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lunes, 7 de septiembre de 2009

De la trata de negros, a la trata de embriones


Fuente: Yo Influyo


El 26 de agosto, conmemoramos el Día Internacional de la Trata de Negros y la abolición de esta práctica tan deleznable. Y por lo mismo, en yoinfluyo.com
 
nos adelantamos a la fecha para hacer una reflexión sobre ella.

Antaño era más evidente que ahora la creencia de que algunos seres humanos valían más que otros. Tal era el caso de las personas de color, quienes eran objeto de abusos y explotaciones por parte de sus "dueños" y "patrones", y todo por las diferencias en su piel.

Todo lo anterior se basaba en el argumento de que una raza era mejor que otra y por una característica tan accidental como el color. ¡Qué absurdo!

No obstante, aunque ese tiempo parece distante, después de que en guerras, como la de Secesión en Estados Unidos, los hombres del norte pelearon contra los del sur por el abuso que estos últimos –claro, no todos– infringían sobre los esclavos negros; después de que hombres como Martín Luther King y mujeres como Rosa Parks lucharon por sus derechos en la década de los 60... Después de todo y después de tanto, el hombre le sigue abriendo la puerta a la esclavitud.

Tal vez no es tan evidente, tal vez no se da entre negros y blancos, entre arios y judíos, pero existe y sigue el mismo patrón: el fuerte somete al débil, a aquél que no se puede defender, y en algunos casos, ni si quiera objetar...

Estas nuevas esclavitudes no sólo trascienden a los medios de comunicación, aunque éstos en ocasiones las ponen sobre la mesa, o peor aún, las fomentan.

Estas nuevas esclavitudes nos acorralan sin que nos demos cuenta y nos sumergen en dilemas éticos de los que es difícil salir, pues una vez adentro, la línea que distingue el bien del mal adquiere un color gris, y se vuelve fácil cruzar de un lado a otro.

Uno de los peores ejemplos de esta nueva esclavitud, la encontramos en lo que nosotros denominamos "trata de embriones", en su instrumentalización y uso como un producto, como un medicamento.

En octubre de 2008 muchos nos estremecimos con la historia de Javier, el llamado "bebé medicamento". ¡Cuánta contraposición hay en esas dos palabras: bebé (una persona con dignidad) y medicamento (uno de los inventos del ser humano más necesarios que tiene la finalidad de preservar la vida, pero producto a fin de cuentas).

Javier nació mediante la reproducción asistida, porque sus padres lo decidieron; de todos los embriones creados, sólo él cumplía con los requisitos necesarios. De lo contrario, nunca hubiera visto la luz del día.

Javier es prueba viviente de una persona que se equipara a un producto fabricado –como es un medicamento, con "el objetivo" de curar a otro ser humano, en este caso, a su hermano Andrés, víctima de una anemia congénita severa.

Y así como Javier, seguramente hay un Juan, un Antonio, una María o en el futuro los habrá. Tú, querido amigo, pudiste haber sido "creado", no por ti mismo, sino por lo que tus células o tu cordón umbilical pudieron haber hecho por alguien más. ¿Fuerte, no?

Ahora, entre las muchas esclavitudes a las que estamos sometidos, la "trata de embriones" se constituye como un mal grave; sin embargo, no es visto como tal, pues lamentablemente existen leyes de reproducción asistida que no sólo no sancionan esta práctica, sino que también dan la idea de su bondad y del avance que implica.

Y es cierto, es un avance científico de tremendas consecuencias, pero a costa de mucho; es un "progreso" que a la larga sale muy caro, pues va de por medio la persona misma.

En lenguaje llano, la "trata de embriones" es la instrumentalización del ser humano, es poner un embrión a nuestro servicio, usarlo a nuestra conveniencia; es una nueva forma de sometimiento del más débil. Y cuando ese niño crezca y se dé cuenta de la realidad, ¿quién reparará los daños emocionales?, ¿quién sanará las heridas?

Si en el cine se trata este tema, como La decisión más difícil, tal como plantea la última cinta de Cameron Díaz, ¿por qué no tomamos la fácil y nos oponemos a este tipo de injusticias, y tal como en el pasado, luchamos para erradicarlas?

A fin de cuentas, la decisión es nuestra.

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