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miércoles, 3 de marzo de 2010

LECTURA 3.2



Clonación: Ética y moral

Por: Constanza Villanueva  @  domingo, 09 de marzo de 2008  Nota vista 33368 veces
Desde que la oveja Dolly vio la luz en 1997 la clonación se ha vuelto materia de eternos debates éticos y morales. Es que la idea de un clon humano despierta todo tipo de dilemas, ambigüedades y controversias. ¿Cuáles son las posibilidades de que esto suceda?
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La clonación aún no ha llegado a hacer réplicas humanas por completo, pero cada vez se habla más al respecto. Desde científicos y teólogos a locutores de radio y abogados han discutido los aspectos religiosos, éticos y legales que implica clonar a un ser humano. La noción de la clonación toca aspectos fundamentales de nuestra humanidad. Abarca conceptos de identidad e individualidad, el significado de la reproducción, la diferencia entre procrear y manufacturar y las relaciones entre generaciones. También despierta preguntas sobre la manipulación de seres humanos para el beneficio de otros, nuestra obligación de curar a los enfermos (y sus límites) y el respeto y protección que le debemos a la vida humana. Para abordar correctamente la cuestión, primero debemos entender qué es realmente la clonación y qué beneficios puede aportar a la medicina y la sociedad.

En primer lugar uno debe deshacerse de las ideas planteadas por la ciencia ficción. Un clon humano no sería un cascarón vacío como los vistos en "El sexto día" o "Multiplicity", sino que requiere del mismo proceso de gestación y desarrollo que toda persona. La técnica de clonación consiste de obtener un óvulo femenino, remover el núcleo (que contiene el ADN) de dicho óvulo e insertar en él una célula adulta del donante a clonar. Este óvulo modificado es estimulado por químicos o corrientes eléctricas a comenzar la división celular hasta llegar a un estado de blastocito in Vitro. Una vez alcanzado este estado idóneo, se implanta en el útero de un anfitrión femenino para su desarrollo. La criatura clonada nacerá normalmente y tendrá un ADN virtualmente idéntico al de su donante, pero esto no implica que vaya a ser una réplica exacta de todos sus aspectos. Es difícil determinar posibles diferencias en animales, pero sabemos que los seres humanos no estamos completamente definidos por nuestros genes. Nuestra personalidad está formada por nuestro entorno y experiencias, por lo que un clon humano sería una réplica genética, pero sus rasgos personales dependerían de sus propias experiencias y aprendizaje. El clon no tendría los mismos deseos e intereses, los mismos tics, los mismos miedos ni los mismos gustos. Su único parecido estaría en sus genes y apariencia, el resto dependería de la enseñanza que reciba y los estímulos externos. En resumen, sería como un hijo natural que en vez de contar con los cromosomas mezclados de su padre y madre tendría el ADN exacto de su donante. En ese caso, ¿por qué clonar a un bebé cuando la reproducción natural es tanto más fácil y normal? Las razones son varias, algunas aceptables y otras no tanto.

La clonación reproductiva tiene varios propósitos: permitir que las parejas infértiles tengan un hijo biológico, dar un hijo sano a las parejas con riesgos de concebir un hijo con enfermedades genéticas, crear un hijo que sería un donante de transplantes ideal para un paciente en particular, permitir a un padre mantener una conexión con un hijo o pareja muerto o replicar individuos de gran talento o belleza. Si bien los primeros dos casos podrían justificarse como "válidos" (a diferencia de lo perturbador del resto) todas las razones se enfocan en el deseo e interés de un adulto, sin considerar el bienestar del futuro clon. ¿Cuáles serían los problemas a los que podría enfrentarse dicho clon? En principio, un problema de identidad e individualidad enrevesados con una ambigua relación familiar. Bastantes problemas de identidad tenemos siendo hijos "naturales", cuestionando nuestra existencia y misión en el mundo, preguntas existenciales que podrían tomar medidas astronómicas para un clon. Por un lado la conciencia de no ser "como el resto", el saber que es una copia genética de su madre – lo que lo convertiría en un mellizo tardío y, en el sentido estricto de la genética, convertiría en hijo verdadero de sus abuelos – y los planteos religiosos que sufriría si profesara algún tipo de fe. Por otro lado, muchos padres cometen el error de presionar a sus hijos para que sigan el mismo camino que ellos, algo que se aguzaría en el caso de los clones. El hijo viviría bajo la sombra del molde original, sabiendo que no es único y sin poder evitar comparaciones. Otro desafío para el niño clonado sería enfrentar a la sociedad, tanto las acusaciones de los detractores como una concepción de diferencia de los defensores. Aún quienes estuvieran a favor de la clonación no podrían evitar juzgar diferencias y los neutrales posiblemente los considerarían humanos de "segunda clase". Otros aspectos que van más allá de la inmensa presión que debería soportar un niño clonado refieren al impacto en la práctica. Los hijos clonados podrían empezar a verse como productos manufacturados (llegando a niveles de comercialización de donantes) y probablemente sería inevitable comenzar a ejercer un control genético en busca del humano perfecto según los antojos de cada cual.

 

Diferencia entre fecundación natural y clonación
La clonación requiere de un vientre materno, por lo que las visiones de fábricas de clones son ficcionales

Nick Bostrom, un filósofo que participa en Lifeboat Foundation y que ha manifestado sus puntos de vista respecto de la Realidad Simulada, opina que la única razón por la que la clonación despierta tanta controversia es porque es algo nuevo. Bostrom destaca cómo la gente se oponía a la anestesia, los transplantes y la fertilización in Vitro en los inicios. Cosas que hoy se dan por sentado y han demostrado ser grandes avances en la medicina. Según su punto de vista, para el momento en que el primer clon humano sea un adulto, los debates morales habrán mermado notablemente y los detractores se habrán enfocado en alguna nueva cuestión. El filósofo destaca que todos tendremos una responsabilidad moral de reconocer a un clon como una persona humana única con la misma dignidad que el resto de nosotros y que en el gran esquema de las cosas, la clonación no cambiará al mundo. En contraste con la naturalidad que Bostrom toma a la clonación destaca otros tipos de tecnologías que sí deberían preocuparnos como armas basadas en nanotecnología molecular o la ingeniería genética, algo que apoya Robert Wachbroit. En el reporte "Genetic Encores: The Ethics of Human Cloning" Wachbroit defiende la clonación humana respondiendo a todas las preocupaciones y destaca que es una práctica que flota entre la fecundación in Vitro y la ingeniería genética. Robert desestima que la clonación esté cerca de la ingeniería genética ya que el proceso implica transplantar un núcleo completo y no genes específicos. Para él, es la manipulación de genes para obtener rasgos específicos perfectos lo que realmente debería preocuparnos antes que una simple y no manipulada clonación. Un clon daría a luz a una persona individual con un ADN existente, la manipulación genética gestaría una elite de personas que marcarían enormes diferencias con el resto de la humanidad.

La única oposición unánime a la clonación reproductiva se basa en las limitaciones de la tecnología. Hasta el momento la clonación de mamíferos ha mostrado tasas de éxito bajas y alta mortalidad. En el 2002 más del 90% de intentos de iniciar un embarazo de un clon no resultaron en un nacimiento exitoso. Y aquellos animales que llegaron a nacer sufrieron altas tasas de deformidad y discapacidad. La Comisión Nacional de Asesoría Bioética (NBAC) concluyó que la clonación reproductiva no es ética en lo que refiere a seguridad. Más allá de cualquier planteo social o moral, lo cierto es que intentar clonar a un ser humano hasta no asegurar un éxito del 99% en cualquier clonación animal sería mórbido por todos los riesgos que implica. Es por eso que el afán de Clonaid de argumentar que han estado clonando humanos desde el 2001 no se toma con demasiada seriedad (más allá de que consideren que los humanos somos clones de extraterrestres)

Dejando a los derechos y problemas de identidad de un niño clonado de lado, esta el otro aspecto de la clonación: la de embriones con objetivos medicinales. El proceso inicial de clonación sería el mismo, con la diferencia que el óvulo nunca sería insertado en un útero y no llegaría a desarrollarse más allá de un embrión. La mayoría de los científicos cree que las células madre prometen curas y tratamientos a muchas discapacidades y enfermedades humanas. Un embrión humano clonado podría ofrecer células madre genéticamente idénticas al donante que podría regenerar tejidos y curar enfermedades sin rechazos inmunológicos. Claro que los embriones deberían ser destruidos luego de extraer las células madre, y aquí es donde la clonación terapéutica se vuelve controvertida. Si bien existe una obligación de buscar todas las formas posibles de aliviar el sufrimiento humano, la investigación se vuelve amoral para algunos porque involucra la producción, uso y destrucción deliberada de embriones humanos que no son diferentes a aquellos implantados en intentos de producir niños clonados. Sin embargo, la ciencia considera que un embrión en etapas tempranas no es un equivalente moral a una persona humana, lo que tiene implicancias en otra cuestión ética y moral como el aborto. Como respuesta a estas preocupaciones (en lo que refiere a clonación terapéutica) la NBAC sugiere una regulación estricta que limite la investigación de embriones clonados a los primeros 14 días de desarrollo.

De todas formas, lograr que un embrión humano clonado llegue a etapas idóneas de desarrollo ha probado ser infructuoso hasta hace poco. Los primeros experimentos en la clonación de embriones humanos no llegaron a dividirse lo suficiente para poder aislar las células madre. Sin embargo, a principios de año, un científico afirmó lograr que un embrión humano clonado (de sus propias células) superara la etapa de blastocito, lo que abre los horizontes del campo para muchas promesas.

 

La clonación terapéutica abriría nuevos horizontes en la medicina
Los transplantes no necesitarían lista de espera ni habría problemas de rechazos inmunológicos

La clonación terapéutica podría enseñarnos mucho del funcionamiento y regeneración de células dañadas y de generar tejidos funcionales, saludables que no serían rechazados. Claro que para encontrar respuestas y poder avanzar en la investigación, es necesario hacer clonaciones humanas primero. Quizás estas investigaciones podrían revelar curas para el cáncer, heridas en la espina dorsal, parkinson, diabetes y mucho más. Y tal vez permitirían generar órganos sueltos y compatibles en un 100% para todos los que esperan un transplante. La pregunta mayor al dilema de la clonación sería si vale el riesgo por un bien mayor. Si se asegura una legislación estricta sobre la clonación terapéutica (no superar los 14 días de desarrollo), ¿hay algún motivo para negarla?

Podría decirse que no existen verdaderos problemas éticos y morales con la clonación terapéutica y que sería una necedad negarse a un paso tan importante en la medicina. Quizás sea cierto que sería tan sólo la puerta de entrada a la clonación reproductiva, pero si caemos en cuenta que los ejércitos clónicos elite o la eternización de magnates y dictadores es en realidad una fantasía, sólo nos queda la cuestión religiosa y los derechos y percepciones del clon en sí. Dados los avances en el campo y la apertura que va tomando la cuestión, hay una sola cosa que destaca como más urgente que el resto: abordar el tema de derechos de los clones. Es, de cierta manera, irresponsable esperar a que los debates internacionales lleguen a un acuerdo para encarar el tema. Si la clonación reproductiva se vuelve una realidad, nos guste o no, será imprescindible asegurar los derechos humanos de dichas personas (que vistas científicamente, no son diferentes a los niños concebidos in Vitro). La cuestión más relevante en el debate ético de los clones humanos es que los organismos internacionales y cada sociedad asuman la responsabilidad de respetar y tratar a los clones como al resto de los seres humanos llegado el momento.

En resumen, sabiendo que un clon no es más que una célula adulta reemplazando a un espermatozoide, nos preguntamos lo siguiente: Si se establecen leyes que respeten los derechos de los clones y se disponen psicólogos para preparar a los padres y consejeros que posteriormente guíen a los niños clonados ¿Existe una verdadera razón de peso para oponerse?

LECTURA 3.1

¿Es ética la clonación de embriones?

Amy Otchet, Amy Otchet, periodista del Correo de la UNESCO.
La clonación de embriones abre enormes posibilidades a la medicina. Pero, debido a los beneficios que puede reportar, en la sombra se prepara una carrera cuyos estragos afectan a la esencia misma de nuestra identidad humana.

Hombres y mujeres de blanco, dignatarios religiosos, lores con pelucas, ecologistas barbudos, enfermos de Parkinson: en el mundo desarrollado, una multitud agitada se inclina con angustia sobre una manchita diminuta en una placa de Petri. El misterio es nada menos que un embrión humano clonado "a lo Dolly". La finalidad no es producir seres humanos mediante la clonación terapéutica, sino crear embriones a fin de utilizar células pluripotentes para el tratamiento de numerosas enfermedades. Pero, como en todos los debates apasionados, lo que está realmente en juego –la comercialización– permanece oculto en la sombra, lejos del barullo y la emoción.
En Europa y en los países industrializados, el asunto salió a la luz pública el 22 de enero de 2001, fecha en la que el Reino Unido fue el primer país europeo que legalizó la clonación de embriones humanos. Algunos miembros del Parlamento Europeo expresaron inmediatamente su indignación y condenaron la decisión. Sin embargo, lo ocurrido no es, en muchos aspectos, más que la consecuencia lógica de textos aprobados hace diez años. En efecto, desde 1990 algunos investigadores británicos han logrado crear y utilizar embriones con objetivos limitados, a saber, el tratamiento de la esterilidad y el diagnóstico de las malformaciones congénitas. La nueva ley amplía su campo de estudio a las células pluripotentes, lo que según los expertos podría revolucionar la medicina y permitir el tratamiento por trasplante de una amplia gama de enfermedades, que van de la diabetes a la enfermedad de Parkinson (
ver recuadro). Pero nadie ha solicitado todavía una autorización en tal sentido, precisa la Human Fertility and Embriology Authority (Autoridad de Control de la Fertilidad y la Embriología Humanas), que promete estudiar atentamente toda petición.

Las objeciones morales
Como era de prever, la oposición más enérgica fue la de la Iglesia Católica, que considera al embrión como un ser vivo desde la concepción. Además de la clonación, rechaza toda investigación en la que se empleen embriones "de recambio" (creados para el tratamiento de la esterilidad, pero no utilizados), por estimar moralmente reprobable que se use a una persona en provecho de otra.
En el otro extremo se encuentran los defensores inveterados de la ciencia y del mercado. Éstos son suficientemente astutos como para no emitir ninguna opinión políticamente incorrecta, por ejemplo, que el embrión no es más que una masa de secreción celular que, como cualquier otro recurso biológico, puede utilizarse para la investigación médica.
Entre estos dos extremos se encuentra una vía intermedia, para la que no hay una línea clara, sino un principio: el respeto de la dignidad humana, piedra angular del derecho europeo. "Todo ser humano tiene derecho automáticamente a la dignidad. Es lo que nos distingue del resto de las especies animales", declara Noëlle Lenoir, miembro del Consejo Constitucional francés y presidenta del Grupo Europeo de Ética. Este principio, basado en las enseñanzas de las grandes religiones monoteístas, no se incorporó al derecho internacional hasta después de la Segunda Guerra Mundial, como reacción a la barbarie eugenésica de los nazis.
Jurídicamente el embrión no es considerado una persona, pero "el embrión, en el verdadero sentido del término, es un ser humano: existe y su naturaleza es humana", según Bernard Mathieu, profesor de derecho de la Sorbona. Esto protege al embrión de toda utilización comercial, sin por ello atentar contra el derecho de la mujer a la salud y a controlar su fertilidad. Esta concepción de la dignidad humana ha incitado a muchos países europeos a limitar rigurosamente la investigación sobre el embrión e incluso prohibirla.
Pero la luz verde del Reino Unido obedece a una interpretación diametralmente distinta, estima Alastair Campbell, profesor y miembro del comité de expertos británico que recomendó al Parlamento la decisión del 22 de enero. Para éste, la distinción entre una persona y un ser humano es muy poco concluyente. Prefiere buscar en la biología los criterios para establecer ciertos límites éticos.
Fundamentalmente, cuanto más crezca el embrión, mayor ha de ser la protección que se le brinde. Por eso, prohíbe realizar experimentos con un embrión –clonado o no– de más de 14 días, cuando se manifiestan las primeras señales de la aparición de un sistema nervioso.

El embrión como pieza de repuesto
El Dr. Donald Bruce, de la Iglesia de Escocia, admite a regañadientes que algunas formas de investigación con embriones "de recambio" pueden justificarse. Director del proyecto Sociedad, Religión y Tecnología de su Iglesia, estima sin embargo que la decisión del Reino Unido transgrede un principio moral. "En vez de ver a los embriones como un todo", afirma, "se los considera como una reserva de repuestos". El Reino Unido ha pasado de una política de "no, pero"–que sólo autorizaba la utilización de embriones a falta otra posibilidad de resolver problemas graves– a un "sí, pero si" —que abre las puertas de par en par cuando se cumplen ciertas condiciones.
Pero en este dilema ético también hay un aspecto práctico. Imaginemos que se recurre a la clonación para multiplicar las células pluripotentes: los médicos necesitarán probablemente una docena de ovocitos o más para tratar a un paciente. De ahí que Bruce pida que se exploren todas las opciones antes de emprender la clonación terapéutica (
ver recuadro).
Según los analistas, la decisión del Reino Unido no sólo es demasiado general, sino que podría conducir inexorablemente a la clonación reproductiva. La ley británica la prohíbe, pero la investigación se ha mundializado, destaca Bruce. Sectas, hombres de negocios y recientemente un grupo de científicos disidentes proclamaron su intención de clonar individuos, pese a los enormes riesgos de deformación que entraña. ¿Quién podrá impedirles abrir un negocio en un país en el que no exista una legislación bioética?
Preocupación compartida
A la sombra de estas discusiones teóricas se perfila una terrible amenaza: la del comercio de embriones y células pluripotentes. Todos los expertos interrogados comparten la preocupación ante la perspectiva de este comercio. Hay demasiados vacíos en la reglamentación de las patentes, en primer lugar en Estados Unidos, pero también en Europa y en países industrializados como Australia, Canadá y Japón. Baste recordar el caso de la oveja Dolly, nacida en 1996 en el Roslin Institute de Escocia. Una firma estadounidense, Geron, compró la división comercial del Instituto y se adueñó de dos patentes británicas que causaron consternación a mucha gente en Europa y Estados Unidos: una sobre la técnica de clonación y otra sobre los "productos" de la operación. Puede estimarse pues que Geron es "propietaria" de posibles embriones humanos clonados, en su primera fase de desarrollo.
Según Christoph Then, experto en investigación genética de Greenpeace-Alemania, Geron presentó una serie de solicitudes similares ante la Oficina Europea de Patentes (OEP), que las registró en un primer momento, pero luego cambió de parecer, dejando sin efecto toda pretensión sobre los embriones humanos. Para Then, esta decisión es razonable, pero refleja también la ambivalencia de la Unión Europea. Por un lado, liberaliza la regulación del comercio para competir con el mercado estadounidense de las biotecnologías y, por otro, se erige en campeona de la moral tratándose de la investigación genética. En el recinto del Parlamento Europeo retumban las vehementes declaraciones que recuerdan que la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión prohíbe "que el cuerpo humano o partes del mismo se conviertan en objeto de lucro".

Patentes europeas para los embriones clonados
Sin embargo, al mismo tiempo, los Estados miembros tienen que integrar en su legislación una directiva más bien discutible sobre las patentes genéticas, que se supone concilia el comercio con la ética. Por otra parte, ni "los procedimientos de clonación de seres humanos", ni tampoco "las utilizaciones de embriones humanos con fines industriales o comerciales" son patentables. No obstante, una empresa puede patentar "un elemento aislado del cuerpo humano u obtenido de otro modo mediante un procedimiento técnico". Frente a estas declaraciones ambiguas, no es posible obtener el más mínimo esclarecimiento. Más vale observar las tendencias recientes en materia de patentes.
Teóricamente una patente recompensa un invento y no el mero descubrimiento de elementos existentes en la naturaleza. Con todo, puede reconocer también una nueva forma de utilizar un elemento. Pero si observamos lo que ocurre con el genoma humano –el mapa genético de nuestra especie– caeremos en la cuenta de que casi siempre que un científico –o más bien una computadora– olfatea la existencia de un gen, surge de inmediato la caza de patentes. Sin haberlo identificado claramente ni entendido su función, reivindican su propiedad. Como consecuencia, cualquiera que desee utilizar ese gen para un nuevo medicamento o el tratamiento de una enfermedad deberá "pagar para ver".
El mismo tipo de batalla comercial nos espera con el embrión humano. Según Then, el número de solicitudes de patentes relacionadas con los embriones humanos aumenta de día en día. El año pasado, dos empresas de biotecnología, una australiana y otra estadounidense, consiguieron patentes europeas para embriones clonados humanos y animales, y para especies híbridas de embriones de cerdos y seres humanos. Tras una avalancha de protestas impulsadas en Alemania por Greenpeace, la OEP, con sede en Munich, reconoció su "error", y las firmas prometieron eliminar los embriones humanos de sus patentes en todas partes del mundo.

La necesidad de un debate público
Aunque políticamente hablando sea arriesgado apoderarse de los embriones humanos, existen numerosos medios indirectos de controlarlos. El simple hecho de extraer células pluripotentes embrionarias o de cultivarlas sin un fin preciso abre amplias posibilidades a la empresa. Es innegable que semejantes hazañas requieren cierta habilidad, pero dado el campo de aplicación de las patentes concedidas, corremos el riesgo de que se reproduzca el "pagar para ver" vigente para los genes.
Por el momento, la directiva sobre las patentes sólo ha entrado en vigor en cuatro países. Francia y Alemania han manifestado su desacuerdo. Los Países Bajos, apoyados por Italia y Noruega, han interpuesto un recurso ante la Corte Europea de Justicia. Al mismo tiempo, organizaciones como Greenpeace presionan para que se reanuden las negociaciones.
Llegados a este punto, los periodistas y los expertos terminan generalmente por hacer un llamamiento, vago pero apremiante, en favor de un debate público. Pero el debate ya se ha iniciado —en los medios de comunicación, las iglesias, las universidades y los pasillos de los hospitales, donde los médicos, los enfermos y sus familiares se expresan sin rodeos. Es un progreso, aunque algunos científicos y miembros de comisiones de ética denigren este tipo de discusiones, a su juicio demasiado emocionales. Según ellos, toda crítica surge de la "confusión" persistente sobre el tema y parte de la creencia infundada, pero tenaz, según la cual "somos el producto de nuestros genes".
Moléculas y embriones tienen sin embargo un poder simbólico que no obedece a una "confusión", sino a un respeto visceral de la dignidad humana.

LECTURA 3

 

Bioética: Reto de la Postmodernidad

49         

La Ingeniería Genética,

la Biotecnología

y su Perspectiva Bioética         

Se encuentran los científicos invitados a continuar en sus esfuerzos investigativos permaneciendo

siempre en el horizonte sapiencial en el cual los logros científicos y tecnológicos están

acompañados por los valores filosóficos y éticos, que son una manifestación característica e

imprescindible de la persona humana

27

JUAN PABLO II

GENERALIDADES

El siglo XXI se ha iniciado marcado por la hegemonía del mundo de lo Bio-, la Biología, la

Bioquímica, Bioinorgánica, Biofísica, Biomedicina, Biomecánica, Biogeografía, Biodiná-mica,

Bioestadística, entre otras áreas científicas, experi-mentan un gran desarrollo impulsadas por el

caudal de conocimientos acumulados y por los grandes avances en materia de instrumentación

científica. Alrededor del mundo, los grupos de investigación de las universidades o de las

grandes empresas, producen diariamente contribuciones al conocimiento científico-tecnológico

a una velocidad impre-sionante. Se trata quizá, como señala José Lezama, del triunfo de la

tecnología posmoderna como un impulso infinito hacia adelante y hacia arriba. Es la victoria del

hombre en su calidad de homo faber, que a través de la tecnología, se impone sobre la

naturaleza propia del homo sapiens, a quien antes asistía . Este enfrentamiento entre dos

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formas de ver las relaciones del hombre con su entorno natural ya lo había prefigurado Jean-

Jaques Rousseau (1712-1778) en su "Discurso sobre la Desigualdad entre los Hombres", de

1755. En su Discurso, Rousseau plantea un debate entre el "hombre en estado natural" y el

"hombre en estado de reflexión"; el primero un hombre que "convive" con la naturaleza y el

segundo un hombre que "utiliza" o "se sirve de" la naturaleza. Es muy elocuente la cita de

Aristóteles con la cual Rousseau apertura su Discurso: "Non in depravais, sed in his quae bene

secundum naturam se habent, considerandum est quid sit naturale" (Hay que estudiar lo natural

no en los seres depravados, sino en los que se comportan según la naturaleza). Rousseau

intenta describir dos visiones del mundo: "Lo que con todo ello nos enseña la reflexión, lo

confirma perfectamente la experien-cia. El hombre salvaje [hombre en estado natural] y el

hombre social [hombre en estado de reflexión] difieren de tal modo en el fondo del corazón y en

sus inclinaciones, que lo que constituye la suprema dicha de uno, pone en desesperación al

otro. El primero sólo aspira calma y libertad y no quiere más que vivir y estar ocioso, y aun la

misma ataraxia del estoico no da una idea bastante exacta de su profunda indiferencia por

cualquiera otro objeto. Por el contrario, el ciudadano, siempre activo, suda, se agita, se

atormenta, sin cesar en busca de ocupaciones todavía más laboriosas; trabaja hasta morir,

incluso corre hacia la muerte para ponerse en condiciones de vida o renuncia a ésta por adquirir

27

Juan Pablo II; Encíclica Fides et Ratio, Nº 106. Roma, 1998.

28

José R. Lezama; Antropología, Bioética e Ingeniería Genética. Ediciones UCAB: Caracas, 2002.


 

 

Ricardo R. Contreras

50

la inmortalidad" . Este último fragmento quizá aclara en buena medida las aspiraciones del

29

homo faber, un hombre industrioso que desea someter las cosas a su designio, en muchas

ocasiones, obviando las consecuen-cias. Este afán de dominio del hombre sobre la naturaleza

debe ser repensado. La bioética exige del homo faber una mayor responsabilidad en lo

referente al trato que debe dar al medio ambiente que lo rodea. Es que el dominio del hombre,

afirmado en las Sagradas Escrituras, puede ser mal entendido y deformado por un hombre más

bien egoísta, que con frecuencia ha actuado más como un tirano loco que como un gobernador

sabio e inteligente . Hoy, más que nunca, y como consecuencia del vertiginoso desarrollo

30

industrial y tecnológico, se impone un modo de actuar distinto. El hombre frente a la naturaleza

debe actuar más como un "administrador" de los bienes que le son entregados como cabeza de

la escala evolutiva, y aceptar la responsabilidad frente a las futuras generaciones, quienes

serán las directamente afectadas por el uso que le demos a estos bienes, que decimos

"renovables", pero que quizá dejen de serlo.

La ingeniería genética y todas las técnicas derivadas de la biotecnología plantean con fuerza

este último debate. La manipulación de las especies animales y vegetales, así como la del

propio ser humano, podrían devenir en situaciones catastróficas si no son aplicadas bajo un

régimen de conciencia, en el cual prive el bien ulterior del hombre y la armonía con el medio

ambiente que le sirve de sustento.

El juicio acerca del bien que todas estas tecnologías de manipulación del patrimonio genético

puede proveer, pasa por una maduración de las razones que justifican su aplicación. Además,

se debe contabilizar, en el caso de las biotecnologías aplicadas al mundo vegetal y animal, el

impacto que tendría una eventual disminución de la biodiversidad . Sabemos que existen

31

razones ingentes para mejorar la calidad de vida y para resolver problemas actuales de hambre

en regiones agobiadas por años de sequías y plagas que destruyen cosechas. Entonces, la

biotecnología surge con soluciones que van desde crear cultivos cuyo rendimiento supera con

creces las variedades naturales, hasta sembrar especies transgénicas, que producen su propio

plaguicida. Pero, ¿se justifica esto cuan-do los agricultores de distintas latitudes se ven en la

necesidad de usar sus cosechas como forma de protesta por la falta de políticas agrícolas

adecuadas o por prácticas comerciales injustas?

32

El debate está en pie y, por ejemplo, la

Comisión Europea y hasta el gobierno de Etiopía han señalado que los transgénicos no

necesariamente constitu-yen por sí mismos una solución al problema del hambre en el mundo .

33

Es claro que existen y existirán escenarios en los cuales se deba recurrir a la biotecnología

como una vía para resolverle problemas al hombre, pero siempre se deberá evaluar con mucho

cuidado la repercusión que puedan tener para el bienestar de la humanidad, interpre-tando

bienestar no sólo desde el punto de vista de la salud humana, sino desde el punto de vista de la

29

Jean-Jaques Rousseau; Discurso sobre las Desigualdad entre los Hombres. Traducción de José López y López, Ediciones

Aguilar: Buenos Aires, 1963.

30

L'Osservatore Romano, 28/06/2002.

31

Marcos López Torres; Educación Ecológica. Editorial Trillas: México, 1998; p. 88-89. "Biodiversidad o diversidad biológica: Es la

propiedad de las distintas entidades vivas, de ser variadas. Así, cada clase de entidad, gen, célula, individuo, comunidad o

ecosistema– tiene más de una manifestación. La diversidad es una característica fundamental de todos los sistemas biológicos. Se

manifiesta en todos los niveles jerárquicos: de las moléculas a los ecosistemas. Además del significado que en sí misma tiene la

biodiversidad, es también un parámetro útil en el estudio y la descripción de las comunidades ecológicas. Al considerar que la

diversidad en una comunidad dada depende de la manera en que se reparten los recursos ambientales y la energía mediante

sistemas biológicos complejos, su estudio puede ser una de las aproximaciones más útiles en el análisis comparado de

comunidades o regiones naturales. La biodiversidad es, quizá, el parámetro para medir el efecto directo o indirecto de las

actividades humanas en los ecosistemas. En otras palabras, es la cantidad y proporción de los diferentes elementos biológicos que

contenga un sistema.

32

(a)

Boletín informativo de El Mundo (Madrid): Productores de frutas y hortalizas protestan en Madrid, 19/11/2003. Los productores

franceses de frutas reinician su campaña de protestas, 28/04/1998. Protesta de productores españoles de tomates, 26/01/2001.

(b) Boletín informativo de la BBC (Londres): Protesta de agricultores surcoreanos del arroz, 29/12/2003.

33

Boletín informativo de la BBC (Londres), 24/06/2003.


 

 

Bioética: Reto de la Postmodernidad

51

salud del medio ambiente, que a fin de cuentas sirve a la humanidad de plataforma para su

desarrollo y conservación.

Cuando las biotecnologías caen en un campo estrictamente humano, como sería el caso de la

ingeniería genética, su valoración se complica aún más, pues se trata de intervenir o manipular

directamente el patrimonio genético del hombre. Hablando con cientificidad, la ingeniería

genética se contempla positivamente como el conocimiento de los genes con vista a una terapia

clínica de enfermedades hereditarias, a través de la intervención directa sobre los genes

responsables de la misma. El problema con estas prácticas, es que no siempre éste es el

espíritu que priva en su aplicación. Una intervención directa sobre los genes se puede

transformar en un instrumento de control radical de la vida humana, por parte no sólo de

científicos o especialistas de la biomedicina, sino de regímenes políticos. Esta tentación se

incrementa en la misma medida en que las técnicas se hacen más asequibles, por la

disponibilidad de personal especializado y por el desarrollo de instrumentos cada vez más

eficientes y fáciles de manejar. Luego, crece la necesidad de reflexionar sobre los aspectos

éticos de esas intervenciones que son capaces de modificar el "proyecto biológico natural" de

los seres humanos y de todos los seres vivos.

Las posibilidades terapéuticas de las biotecnologías son obvias; por ejemplo, a través del

desarrollo de animales transgénicos para obtener fármacos contra el cáncer o la diabetes. Pero

estas técnicas también ofrecen posibilidades siniestras como generar monstruos humanos o

utilizar las técnicas como medio a través del cual se pueda subyugar al hombre mediante un

control radical de su código genético. Surge entonces la posibilidad de un nuevo tipo de

discriminación, la "discriminación genética". Se hace posible que empresas o gobiernos pueden

valerse de "test genéticos" para coartar los derechos y libertades de individuos o incluso de

colectivos. En el campo de la ciencia ficción ya se ha reflexionado sobre el tema en "Un Mundo

Feliz" de A. Huxley, de 1932, y más recientemente en la película de Andrew Niccol, Gattaca, de

1997, una película futurista cuyo guión describe una sociedad dominada por individuos

genéticamente predeterminados, que discriminan a los individuos nacidos por vías naturales. El

filme de Niccol nos lleva a hacer varios cuestionamientos como: ¿la mani-pulación genética es

la solución a todos los problemas? ¿La voluntad humana, el espíritu de superación, los

sueños... están en los genes? ¿La búsqueda de la perfección puede conducir a la humanidad a

una trampa?

El criterio de juicio en materia de ingeniería genética y biotecnología debe principiar por

reconocer que no todo lo que es tecnológicamente posible es moralmente aceptable.